Por Mario Mazzitelli, Secretario General PSA en Proyecto Sur
Sobre la visita de Cristina Fernández de Kirchner plantea que “la cita con Fidel Castro no sólo tiene menos relevancia de la que pretende darle la Casa Rosada, sino que además contribuye a aislar a la Argentina del mundo”. Y sobre esto carga un conjunto de improperios que no voy a reproducir.
Resulta interesante la estrechez de miras del diario e incluso de los analistas consultados. Omiten algunos datos que resultan relevantes:
Cuba es una república perteneciente a la gran Nación Latinoamericana. Por cultura, idioma, valores espirituales tenemos con ella una ligazón de hermandad. Y particularmente, quizás por la participación de Ernesto Che Guevara en la revolución de 1959, los argentinos resultamos muy queridos por aquel pueblo. Del mismo modo que en la Argentina somos muchos los que queremos la patria de José Martí.
Casi todos los líderes de nuestra Patria Grande han querido entrevistarse con Fidel Castro. Naturalmente no vamos a pedirle a la derecha vernácula que entienda aquella revolución y mucho menos que comprenda y sienta lo que Fidel Castro representa para millones de personas en el mundo. Pero tendrán que comprender que si dirigentes del perfil de Lula han tenido reiteradas entrevistas con el líder de la revolución cubana, es sencillamente porque el personaje no tiene nada que ver con el que ha intentado enmascarar el Departamento de Estado y que el diario La Nación adoptó para sí, sin el menor ejercicio de reflexión sobre la materia.
La alienación política de EEUU y sus acólitos latinoamericanos le hizo mucho daño al pueblo de Cuba. De hecho, el bloqueo soportado por la pequeña nación caribeña de parte de la mayor potencia que haya conocido la historia humana, constituye una flagrante violación a los derechos humanos, nunca denunciada por los derechistas nativos.
Del mismo modo que los atentados, actos de terrorismo, intentos de asesinatos y sabotajes, no han sido para defender al pueblo de la isla, ni sus intereses ni sus derechos civiles. Fueron para ahogar la experiencia soberana, independiente, antiimperialista y socialista que emprendiera el pueblo cubano, cuyo ejemplo debía ser extirpado de raíz.
El fracaso de todos estos intentos ha exacerbado el ánimo del Imperio y continúo su acción denigrando, vituperando, mintiendo e inventando una realidad que solo está en su cabeza. Seguirán fracasando porque no entienden “de que se trata” y su diagnóstico tan alejado de la realidad los lleva por caminos infructuosos. El respeto hacia un pueblo soberano no es una virtud de la política exterior de los EEUU; pero debería serlo de la República Argentina, más allá de ubicaciones ideológicas en el espectro político.
Pedirle a Cuba que actúe como si nada ocurriera a su alrededor es, en el mejor de los casos, un acto de ingenuidad y en el peor, un acto de hipocresía. Pedirle a Cuba que haga caso omiso de los planes de EEUU sobre su futuro, después de las múltiples intervenciones militares, económicas, diplomáticas y políticas que el país imperial ha cometido en los cinco continentes y de manera particular en América Latina, es pedirle que se rinda incondicionalmente a las exigencias de su enemigo. Nada más alejado de un pueblo que ha demostrado una valentía, heroísmo y tesón ejemplar.
Fidel Castro es el líder de la revolución, pero la revolución cubana la hizo el pueblo humilde de Cuba para dar origen a una sociedad más justa y solidaria. Porque la hizo y la sostuvo el pueblo, es que una y otra vez, ayer con el derrumbe de la URSS y hoy con la salud de Fidel, los festejos quedaron en la garganta de gusanos y miserables.
Es necesario recordar, quienes nos llamamos argentinos, que durante la guerra en las Malvinas el hermano pueblo ofreció su sangre para terminar con este enclave colonial y devolver la soberanía a nuestro país sobre ese territorio. Al mismo tiempo que, la “democracia de norte” rompía con el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) para poner su información, diplomacia e influencias al servicio de Inglaterra.
En el mismo sentido las misiones de solidaridad de dicho pueblo en naciones hermanas ponen en evidencia los valores morales allí cultivados, que serían orgullo del mismísimo José Ingenieros.
Decir que la Argentina se aísla del mundo porque la presidenta viaja a Cuba y Venezuela, es una paradoja inexplicable: Acaso Cuba y Venezuela no son el mundo. No digo “todo” el mundo. Digo repúblicas de esta Nación Latinoamericana que, si se uniera, tendría más habitantes, más superficie territorial y marítima, mayores recursos naturales y hasta mayor potencialidad que los propios EEUU.
Uno de cada tres habitantes es chino o hindú. No nos deberíamos aislar de ellos, como tampoco de Japón, Europa occidental, Rusia o EEUU. No lo debemos hacer respecto del mundo árabe y mucho menos de quienes habitan el hemisferio sur del planeta. Incluida África con quien deberíamos mejorar mucho nuestras relaciones. Entonces el mundo es el mundo, y no como pretende nuestra derecha vernácula el pequeño grupo de naciones por el que siente, desde hace muchas décadas, un idílico encantamiento.
Argentina es un país libre y debe hacer honor a ello con una política activa donde privilegie los valores humanos antes que los negocios. Los negocios vendrán por añadidura si hacemos bien nuestras múltiples tareas económicas. Pero pretender que el país es un gran supermercado y que la labor más importante de nuestra cancillería es vender nuestros productos en el exterior, es un reduccionismo al que pretenden llevarnos los intereses de los exportadores e importadores con su pobre visión de que “el mercado es Dios”, visión ya superada tras el derrumbe del neoliberalismo.
El salto científico tecnológico, fruto del trabajo de millones de mujeres y hombres, dejó atrás la economía de la escasez. Sin embargo, la marginalidad y exclusión en la que todavía vive el 75% de la población mundial, debe llamar a reflexión. Es que el vetusto, arcaico y senil sistema capitalista tiende por naturaleza a concentrar en pocas manos el fruto de la labor colectiva.El mundo por venir será más humanista por empuje de las fuerzas morales, por imperio de la ética, por aspiración de justicia y desarrollo, por necesidad de preservar y mejorar el ambiente y por decisión política. Y en ese sentido creo que el gran papel de Argentina es unirse a aquellas voces que nos hablan hoy desde el porvenir. Observo con alegría que trabajemos por la Unidad Latinoamericana, la Unidad de los pueblos al sur del río Bravo, junto a Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Chile, Brasil y el resto de nuestras naciones hermanas. En esta zona del planeta nació la consigna “un mundo mejor es posible”. Y a esta tarea mucho tenemos que aportar desde esta geografía.
La asunción de Barak Hussein Obama a la presidencia de los EEUU, genera esperanzas. Pero no es hora de adelantarnos, recién comienza, ni de postergar nuestras tareas que son intransferibles.
Finalmente para el diario la Nación no tengo agravios para responder, sino unos versos de quien fuera corresponsal de ese medio hace más de cien años, José Martí: Cultivo una rosa blanca/ en julio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca. Para ese medio que se jugó con los privilegiados del país, que sembró odio en nuestro pueblo, que apoyó las más feroces y antidemocráticas dictaduras y hasta intentó explicar las intervenciones imperiales más asesinas; cardo ni ortiva cultivo/ cultivo una rosa blanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario