lunes, 13 de octubre de 2008

Memoria de la resistencia, poesía para el cambio

La Wiphala es bastante más que la bandera y el emblema de los pueblos originarios, es la representación de su filosofía.


12 de octubre, ¿día de la raza? Tan mítico como considerar al 1° de mayo día del Trabajo y no de los trabajadores. 11 de octubre, sí, último día de la libertad de los pueblos originarios y 12 de octubre, Día de la Resistencia. Fatídico, aquel día de 1492, se desencadena el colonialismo, de la mano de un comerciante que trajo desde Europa el genocidio. Saludo desde Proyecto Sur Mrcedes a los pueblos originarios de este continente, que resisten y encabezan luchas emblemáticas, hoy, más que nunca presentes en estas tierras, suyas siempre.

Un relato manido: el conquistador aventurero Cristóbal Colón que quiere “hacerse rico”, conocer al gran Khan, “ver y descubrir lo más que yo pudiere”, pero cuya verdadera intención es expandir el cristianismo, llega a la actual Haití. Al mismo tiempo que busca interpretar, comprender, observar lo humano, se somete a los signos que Dios le envía. Su rabia nominativa indica que es llevador de Cristo (Cristóbal) y es colonizador, poblador de las nuevas tierras (Colón). En su encuentro con los “indios”, este genovés dará el puntapié al mayor genocidio de la historia humana.
La destrucción y la animosidad fue absoluta, a pesar de las “teorías de la igualdad” de un Bartolomé de las Casas. Ríos de tinta han intentado explicar la conquista: el carácter ambiguo de Moctezuma, quién era interpretado como “loco” o “sabio”, incursionando sobre su aspecto psicológico y moral; la acción del extremeño Hernán Cortés sobre las disputas internas en el reino mesoamericano y la conformación de aliados indígenas, en el cuál el conquistador podía ser considerado por algunos como el mal menor, debido al carácter opresivo del imperio de Moctezuma; la explicación tradicional sobre la superioridad española en la técnica, táctica y estrategia de la guerra; sumada a una guerra microbiana, que fulminó a las poblaciones indígenas; hasta la “superioridad” de los esquemas de comunicación de los europeos, cuando los aztecas creyeron que su llegada era un mensaje divino del pronto arribo cíclico de los días malos.
De una u otra forma, los portadores de la cruz y el fusil, tomaron y destruyeron, colonizaron y esclavizaron: homicidio directo, explotación y guerra bacteriológica. Crueldades, marca de la modernidad arribada a estas tierras, que ya suponían que “el hacerse rico” era valor supremo, tanto como el dominio y el poder.
Ligado a ello, las “teorías de la desigualdad”, que el filósofo Juan Ginés de Sepúlveda inmortalizara en Valladolid en 1550. Esas doctrinas que, como sostiene Argumedo (ver recuadro: "Los valores de los pueblos originarios para pensar el futuro"), hicieron que el nativo fuera considerado “a-mente”, cuando en realidad tenía en muchos casos conocimientos y artes muy superiores. Todas las diferencias fueron reducidas a un imperativo moral: el mal, congénito en los indios -sostenían-, debía ser erradicado.
Esta es la historia de una cultura racista hasta los tuétanos. Esta es la raíz de la masacre y el olvido que pesa hasta estos días. Entonces, este pasado, debe funcionar como un pozo de conclusiones para poder actuar, recuperar la memoria y la historia, para entender que el 12 de octubre no es el inicio de la civilización y la modernidad en estas tierras, sino el comienzo del exterminio y del régimen colonial, opresión tan presente hoy bajo otras formas.
El 12 de octubre fue denominado por los aymara como “día de la desgracia”. Pero frente a los usuales festejos oficiales, finalmente, fue considerado Día de la Resistencia de los Pueblos Originarios, resistencia que llama, frente a la globalización del capital y sus valores, al Pachacutec, nombre que tomó hacia 1438 el inca Cusi Yupanqui: significa persona con quien comienza una nueva era.
En un continente con la más larga tradición colonial del mundo, los pueblos originarios reaparecen, para anunciar, como sostuviera en su Primera Declaración de la Selva Lacandona el Ejército Zapatista de Liberación Nacional: "Somos producto de 500 años de luchas". Así, a pesar del etnocidio, la idea "conquista" se relativiza, pues los pueblos originarios preservaron su identidad comunitaria, a través de periódicas rebeliones y resistencia cultural.
Los pueblos originarios, hoy, aspiran a la libre determinación, al respecto de sus culturas y valores milenarios. Y ello conlleva la aspiración de revertir el robo de sus tierras, el despojo de su autonomía y la marginación a la que fueron sometidos. También significa la necesidad de defender los recursos naturales y preservar la naturaleza.
Estos pueblos hermanos demandan su inclusión en el destino de estas naciones latinoamericanas. Emblema de esta lucha es hoy el proceso revolucionario que han iniciado los pueblos originarios en Bolivia, que viven una época de reivindicaciones históricas, de entronización de sus memorias, que indican un camino.
Contra la tradicional convicción racista y positivista que considera a los pueblos originarios como obstáculo para el progreso nacional (como se observa con explícita fuerza en los reclamos autonomistas de las oligarquías bolivianas), la conciencia histórica sobre sus desarrollos, conocimientos y valores, hoy tan ausentes en la educación oficial, debería ayudarnos a comprender nuestras raíces, posibilidades y necesidades para la transformación de un mundo dominado por ciertos paradigmas occidentales que enseñan, año tras año, que no pueden ni quieren construir un mundo de justicia y equidad.
Ante la crisis del paradigma neoliberal, el cambio actual puede y debe comenzar a crear su poesía desde el pasado. Allí está la resistencia de los pueblos originarios, sus valores y cultura.

1 comentario:

Unknown dijo...

Al respecto de ésta bella nota sobre la colonización, me gustaría aportar unos comentarios que vienen de la mano de una corriente crítica del pensamiento de izquierda. Por una parte, hacer notar como "Occidente" fue constituyéndose en lo que es a partir de la construcción de "su Otro": un proceso que puede verse ya en las concepciones de la Grecia clásica de la distinción entre mito y logo, para inferiorizar al primero a costa del segundo, al tiempo que la misma Grecia, "madre" de la cultura occidental puede ser claramente entendida como una empresa de "borradura" de lo que ella misa le debe a África o a el cercano Oriente. Pués bien, estas operaciones de exclusión perpetua de un "otro" (construido para ser excluido) alcanza su máxima expresión en la colonización, momento en el que Occidente se "naturaliza" en tanto "centro" del mundo, cuando antes había sido una "periferia" de algún otro sistema imperial (islámico, otomomano o el que fuere). Desde ahí en más (hasta hoy día)comienza el sangriento proceso de "incorporación" de las "otras culturas" a el sistema-mundo occidental: el capitalismo subordina y crea los distintos tipo de modos de producción (mita, yanaconazgo, etc.) que mejor le convengan para la extraxión de plusvalía. Así, el capitalismo fue(es) lo que fue(es) "gracias a" la explotación de lo que más tarde dio en llamarse "Tercer Mundo". Pero, he aquí algo más que significativo", este hecho fue NECESARIEMENTE renegado, borrado, por Occidente.
De este modo, es nuestra obligación pensar estas cuestiones y desnudar teórica y políticamente estos "olvidos":